El período de la contrarrevolución en Rusia no ha traído solamente "rayos y
truenos", sino también desilusión respecto al movimiento, falta de fe en las
fuerzas comunes. Cuando creía en un "porvenir luminoso", la gente luchaba junta,
independientemente de su nacionalidad: ¡los problemas comunes ante todo! Pero
cuando en el espíritu se insinuaron las dudas, la gente comenzó a dispersarse
por barrios nacionales: ¡que cada cual cuente sólo consigo! ¡El "problema
nacional" ante todo!
Al mismo tiempo, se producía en el país una seria transformación en la vida
económica. El año 1905 no pasó en vano: los restos de la servidumbre en el campo
sufrieron un nuevo golpe. Las cosechas buenas que siguieron a los años de hambre
y el auge industrial que se produjo después, hicieron avanzar al capitalismo. La
diferenciación en el campo y el crecimiento de las ciudades, el desarrollo del
comercio y de las vías de comunicación dieron un gran paso adelante. Esto es
particularmente cierto en lo que se refiere a las regiones de la periferia y no
podía por menos de acelerar el proceso de consolidación económica de las
nacionalidades de Rusia. Estas tenían necesariamente que ponerse en
movimiento
Contribuyó también al despertar de las nacionalidades el "régimen
constitucional", instaurado durante este período. El aumento de los periódicos y
de la literatura en general, cierta libertad de prensa y de las instituciones
culturales, el desarrollo de los teatros populares, etc. contribuyeron, sin
duda, a fortalecer los "sentimientos nacionales". La Duma, con su campaña
electoral y sus grupos políticos, dio nuevas posibilidades para reavivar las
naciones y un nuevo y amplio campo para movilizarlas.
La ola del nacionalismo belicoso levantada desde arriba y las numerosas
represiones desencadenadas por los "investidos de Poder" para vengarse de la
periferia por su "amor a la libertad", provocaron, como reacción, una ola de
nacionalismo desde abajo, que a veces llegaba a ser franco chovinismo. Son
hechos conocidos de todos: el fortalecimiento entre los judíos del sionismo; en
Polonia, el creciente chovinismo; entre los tártaros el panislamismo; entre los
armenios, los georgianos y los ucranianos, el recrudecimiento del nacionalismo;
la propensión general de las gentes de espíritu pequeñoburgués al
antisemitismo.
En este momento difícil, incumbía a la socialdemocracia una alta misión: hacer frente al nacionalismo, proteger a las masas contra la "epidemia" general. Pues la socialdemocracia, y solamente ella, podía hacerlo contraponiendo al nacionalismo el arma probada del internacionalismo, la unidad y la indivisibilidad de la lucha de clases. Y cuanto más fuerte fuese la oleada de nacionalismo, más potente debía resonar, la voz de la socialdemocracia en pro de la fraternidad y de la unidad de los proletarios de todas las nacionalidades de Rusia. En estas circunstancias, se requería una firmeza especial por parte de los socialdemócratas de las regiones periféricas, que chocaban directamente con el movimiento nacionalista.
En este momento difícil, incumbía a la socialdemocracia una alta misión: hacer frente al nacionalismo, proteger a las masas contra la "epidemia" general. Pues la socialdemocracia, y solamente ella, podía hacerlo contraponiendo al nacionalismo el arma probada del internacionalismo, la unidad y la indivisibilidad de la lucha de clases. Y cuanto más fuerte fuese la oleada de nacionalismo, más potente debía resonar, la voz de la socialdemocracia en pro de la fraternidad y de la unidad de los proletarios de todas las nacionalidades de Rusia. En estas circunstancias, se requería una firmeza especial por parte de los socialdemócratas de las regiones periféricas, que chocaban directamente con el movimiento nacionalista.
Pero no todos los socialdemócratas, y en primer lugar los de las regiones
periféricas, acreditaron estar a la altura de su misión. El Bund, que antes
destacaba las tareas comunes, empezó a poner en primer plano sus objetivos
particulares, puramente nacionalistas: la cosa llegó a tal extremo, que proclamó
como uno de los puntos centrales de su campaña electoral la "celebración del
sábado" y el "reconocimiento del yidish". Tras el Bund siguió el Cáucaso: una
parte de los socialdemócratas caucasianos, que antes rechazaba, con los demás
socialdemócratas caucasianos, la "autonomía cultural-nacional", la presenta
ahora como reivindicación inmediata. Y no hablemos ya de la conferencia de los
liquidadores, que sancionó diplomáticamente las vacilaciones nacionalistas.
De esto se deduce que las concepciones de la socialdemocracia de Rusia en
cuanto a la cuestión nacional no están claras aún para todos los
socialdemócratas.
Es imprescindible, evidentemente, proceder a un estudio serio y completo de
la cuestión nacional. Es necesario un trabajo coordinado e infatigable de los
socialdemócratas consecuentes contra la niebla nacionalista, de dondequiera que
venga.
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